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El dramaturgo Inglés William Shakespeare, a través de Hamlet nos dice: “To be, or not to be, that is the question”, ser o no ser, he ahí el dilema, frase que revela una de las características que nos hacen ser, precisamente, seres humanos, el dudar al tener que tomar una decisión importante.
Todas las personas tienen indecisiones, no sólo ante momentos cruciales o históricos, también al enfrentar complicaciones de la vida diaria o relacionales. Precisamente, en el ámbito de los afectos formalizados por un vínculo legal o de hecho, matrimonio, unión civil u otro, existen desavenencias entre las parejas que no son de fácil solución, especialmente al existir niños, niñas y adolescentes afectados por las decisiones de adultos que deciden separarse y, es en el clímax de la controversia, donde surge la duda, parafraseando a Hamlet, ya no en el ser o no ser, sino que en Mediar o no Mediar para buscar una solución.
La Mediación Familiar es un sistema de resolución de conflictos donde las partes, a través de un tercero imparcial llamado Mediador, son ayudadas a obtener una solución que surja de ellas mismas, en sesiones realizadas fuera de un Tribunal de Familia. Este procedimiento, obligatorio en materia de alimentos, cuidado personal y derecho de los padres e hijos que viven separados a mantener una relación directa y regular, puede no llegar a buen término, si alguno de los participantes no concurre a la citación o rechaza la Mediación, ésta se frustra, posibilitando una contienda judicial.
Es aquí donde surge la importancia de la Mediación. En efecto, ésta evita que las parejas se enfrenten en un Juzgado y repliquen el conflicto y la animadversión; aminora, entonces, las consecuencias psicológicas de una decisión impuesta, al lograr una solución elaborada por ellos mismos, donde “reconocen la existencia de opciones y posibilidades de elección”, además de tener un efecto reparador.
En Mediación, todo lo tratado en las sesiones es confidencial, hay igualdad entre los mediados, el acuerdo al que se llega es voluntario, nunca impuesto, no se necesita abogado y, además, es rápida y de preferencia gratuita.
Creemos entonces, que enfrentados al dilema de mediar o no mediar, la respuesta es, sin duda laguna, hay que mediar.
Rogelio Requena Berendique.
Abogado y Magister en Familia y Mediación